sábado, 10 de agosto de 2019



OTRO DESEO…
Ya había cumplido un sueño soberbiamente, en la junta siguiente compartimos experiencias, me llevé los honores. Aunque muchas no creían mi relato, omití el nombre del caballero en cuestión porque era amigo de alguna de las presentes y como fui generosa en los detalles no quería, exponerlo ni menos despertar la curiosidad de mis amigas.
Solo dos de las participantes no habían logrado el objetivo, pero las demás estaban motivadas a ir por otra experiencia. Esta vez creamos un listado, hubo una audaz propuesta de apoyo entre pares, por decirlo de alguna manera, esta consistía en conseguir lugares, objetos, ropa y voluntarios para concretar el deseo.
Repasamos la lista y a medida que eras nombrada solicitabas lo que necesitabas, en algunos casos los más extremos se solicitaban hasta dos hombres,Decidimos llamarnos el Club de los Deseos, estos no tendrían  limite, pero se acordó informar a las parejas ya fuesen pololos, amantes o maridos sobre esta suerte de cofradía, el argumento seria que cada sueño cumplido era una mujer más feliz, más plena ,más creativa, más deseosa y además quedaba latente la posibilidad de cumplir los sueños de ellos en un futuro muy próximo ,era una oferta muy interesante.
El deseo que quedaba era sexo con un hombre con uniforme…era simple.Existe algo en la textura de los uniformes, el diseño, el corte que extrañamente detonan mi libido, analizaba mi anterior deseo y me di cuenta de una característica en común, eran casi “disfraces”.En el deseo anterior este hombre con una estética sacado de un libro de Anais Nin, de sombrero anacrónico y ahora uno con uniforme,Esa era la clave estos seudodisfraces como un fetiche.Desde mi adolescencia este deseo lo reserve solo para mí ,pero había llegado el momento.
Nuestra reunión fue a fines de agosto y el plazo siempre sería un mes, se pasó rápido el tiempo, la verdad yo estaba sobrepasada de trabajo por lo tanto no tenía posibilidades de concretar nada.
Para las Fiestas Patrias, quedamos de acuerdo en realizar un asado el día 19 en la noche en la parcela de una de las integrantes en El Monte, ella tenía un Centro de Eventos en ese lugar y podíamos alojar todos. Nos reunimos a las 12 del día para hacer un almuerzo, en la noche haríamos el asado de celebración.
Anocheció, dispusimos todo buena música, karaoke en el quincho que era enorme, bailamos entre nosotras. Había solo 4 hombres, a la hora de las cuecas se produjo el debate para decidir quién bailaba de china y quien, de huaso, fue muy gracioso. Patricia se apuró a decir que ese problema se solucionaría cuándo llegará su hermano con unos compañeros, de hecho, ella había comentado que su hermano se uniría después de la parada militar. Una actitud de ella me llamó la atención cuando comentó esto me miró y sonrió de una manera distinta, pensé que me lo había imaginado.
Pasó como una hora entre bailes, payas y chistes cuando, Patricia anuncia la llegada de Ignacio. No lo veía desde que teníamos 15 años. Miré hacia el corredor y vi entrar a 8 hombres con uniformes militares mimetizados, boinas y pañoletas blancas al cuello. No lo creía, entendí en ese momento las miradas de Patricia y comprendí que llegaban después de la Parada porque participaban en ella, luego salían de franco.
Saludaron, yo me mantenía un profundo e impresionado silencio. Fue familiar, cariñoso, presento a sus compañeros, yo grabe un nombre … Francisco.
Nos dispusimos a comer, Patty con los ojos me preguntaba cuál era el elegido, al llegar a Pancho, aprobé con un giño, lo invito a sentarse a mi lado, conversamos desde el primer momento, yo le hacía preguntas de la vida militar, él me preguntaba sobre mi trabajo. En ese espacio supe que era separado, que venía del norte, que tenía dos hijos, que no estaba en pareja y muchas cosas más.
Al terminar la cena, baile solo con él, pese a que él seguía calzando los bototos de su uniforme bailaba muy bien. Para mí el contacto cercano con este hombre vestido de mimetismo, me provocaba cosquilleos en algunos rincones de placer.
En algún momento a alguien se le ocurrió que la música fuera más lenta, comenzaron con boleros. Me abrazó con una intimidad exquisita, él era muy alto, mi cabeza reposaba cerca de su cuello, estábamos cómodos, conectados, me dijo al oído que mi pelo era suave y olía a frutas exóticas, sonreí, me acorde de los tiempos de discoteque y carretes juveniles, donde la clave para besarse eran los piropos al oído mientras bailabas un “lento”. Era muy ochentera su performance. Devolví el gesto preguntando - ¿te gusta? -. No era tan tímido, su repuesta fue rápida – no solo tu pelo me gusta- .¿Estábamos seduciéndonos?, sin duda alguna, después de eso me apretó con más fuerza.
Maca y Patty, me propusieron que fuéramos al baño. Es tan divertido este código entre mujeres, no tiene edad. Entraron mientras yo revisaba mi maquillaje - ¿te gusta Pancho, para cumplir tu deseo? - no lo pensé –sí, él es mi deseo-, fin de la conversación nada que decir.
Al volver, Pancho me propuso ir a buscar unos cigarrillos al auto. Fuimos de manera discreta según nosotros. Antes de llegar, me besó, su lengua entró imprudente en mi boca, no ofrecí resistencia, una de sus manos tomaba mi nuca, la otra mano apretaba mi espalda atrayéndome hacia él, nos besábamos con furia, preparándonos para lo que vendría, las caricias se hicieron más profundas. Decidimos volver, yo primero, luego él.
Mi ansiedad se acrecentaba con el paso de las horas quería que todo acabara y no fuéramos a “dormir”. Volvimos a bailar, me miró a los ojos y me dijo, que si esto no acababa luego sería capaz de tomarme sobre la mesa, ¡no me habría negado, pero no me gusta el sexo en público!
Por fin terminó todo ,nadie se fue así que distribuyeron los dormitorios ,estratégicamente.Me asignaron un dormitorio sola ,al lado del que compartirían Ignacio y Pancho.Debo decir que apenas hubo silencio ,la puerta del dormitorio se abrió y apareció él ,delicioso con su uniforme, mirándome lascivo y en su pantalón un bulto que delataba sus intenciones, un detalle me llamó la atención traía su boina puesta, el uniforme estaba completo, como si le hubieran dado la instrucción que así debía ser, lo agradecí, era lo que quería.
Lo esperé al borde de la cama mirándolo desafiante, sostenía la mirada clavada en sus ojos mientras abría mi vestido donde se asomaba el encaje de mi sostén. Cuando llego a mí, pase mi lengua por sus labios, el respondió con su lengua en mi cuello y en mi escote, le saqué la boina y desate su pañoleta la que metí en mis pechos con la libidinosa intención que él lo sacara, desabotonaba su camisa mientras él seguía lamiendo mi cuello y mi oído, lo sentía jadear y eso me calentaba poderosamente, con su boca rescató la pañoleta al tirar de ella el roce de esa suave tela me hizo gemir. Desabroché el cinturón, tiré de su camisa, el movió los brazos para que cayera, mi vestido ya estaba en mis caderas, los pezones estaban dolientes de placer aún aprisionados en mi sostén. Subí su camiseta y él la retiro con un movimiento certero, su pecho lucía velludo y firme lo besé acariciando sus tetillas, tomó mi vestido y lo dejo caer, para luego tirar de mi ropa interior, solté mi sostén mientras el bajaba con mis calzones, para luego subir lamiendo una de mis piernas. Debo comentar que poseía una lengua de grandes dimensiones. Estaba desnuda, él con premura sacó todo lo que le quedaba puesto, mientras yo me tendía sobre la cama y lo miraba extasiada. Pude ver su miembro, carnoso, no muy largo pero que impresionaba por su grosor. Estaba listo yo sometida, húmeda, lista, levantó una de mis piernas y me penetró, con calma como tomando medidas para luego desatar un ritmo frenético que me hizo obtener un orgasmo múltiple y sentir como el vertía en mí, un abundante licor, para inmortalizar este orgasmo. Quedamos cansados, pero él seguía explorándome mientras retozaba recuperando el aliento, posado en mi pecho, sus dedos palpaban mi monte como anunciando que buscarían la entrada a mí intimidad. Yo todavía veía candelillas, quería volver a sentir este arrebato. Pocas veces he llegado así al final, son pulsaciones luminosas que se acompañan de temblores y rigidez hasta sentir como entras en un profundo y cálido espacio donde no existe más que el placer, pierdes el sentido solo eres capaz de sentir. Él era la clave perfecta abría todas mis puertas de manera precisa como si tuviera una llave maestra, calzaba en mi como si un artesano con maestría hubiese tallado un solo molde de nosotros, para luego sepáralo.
 Sentí sus dedos escudriñando para enfrentar mi sexo, que se mantenía mojado y ardiente, pensé que ese era tu objetivo, pero tus dedos siguieron por mi planicie subiendo y bajando humedecido cada cierto tiempo por abundante saliva, que hacía de esta sensación una espera deliciosa ,hasta que te detuviste y dibujaste círculos al final del camino, era algo distinto…pero quería degustar esta nueva propuestas tus, dedos todavía húmedos por los fluidos de mi manantial trataban de derivar todo vestigio de resistencia ,con una presión suave dominaste mi territorio. Tú boca se hizo dueño de mis pezones los absorbías tu boca, se llenaba toda de ellos, era cachondo, osado, distinto. Al salir soltaste mis pechos, me quedé huérfana de placer, quería hacerte mío, solté tus brazos de mi cuerpo y me tendí dejando tu sexo en mi rostro, abrí tus piernas, mi lengua quería todo, jugaba inquieta saboreando la bien delineada vena que se presentaba poderosa bajo tu pene. Mi boca se llenó de tus redondas fuentes, para bajar caliente y filosa por el camino que llegaba hasta el beso prohibido, la punta trazaba espirales en tu hueco como si hubiese un tesoro por descubrir, mis manos subían y bajaban por tu tronco que irradiaba una energía insistente. Nuevamente sentí tu vibración y tus quejas como si sufrieras, enfrentabas una pequeña muerte, mis manos recibían tu liquida esencia, yo sentía como tu vibración la llevaba entre mis piernas y me hacía apretarlas para no perder el momento, te incorporaste y caíste entregado.
Me acosté a tu lado y mientras seguía sibilante, te besé hasta que recobraste el ritmo pasivo de tu respiración, me acosté sobre un costado y te abrazaste a mí, besabas mi cuello y espalda. Nos cubrimos, hacia frio, dormimos un tiempo que me pareció muy corto no lo podría definir, solo sentí cuando salías de mi espalda provocando el vacío, no abrí los ojos para evitar la despedida.
A los minutos escuché la puerta y me incorporé asustada, venias con una gran bandeja, todavía estaba muy oscuro. No podía ser el desayuno, pero me pareció una buena idea, traías, espumante, café, una salsa dulce de limón, piña, uvas.
Me pasó una taza pequeña con café, la bebí ansiosa, no sabía con qué acompañarlo. Al terminar dejo soló los recipientes sobre la cama, me tendió, como si fuese un lienzo que iba a ser pintado y comenzó untando mis pechos con salsa de limón, pintaba con ella mis pechos, era fría y estimulante. Esperé desesperada que él la lamiera, no fue así, acarició mi ingle y puso trozo de piña, jugosa y fría, su almíbar corría por mi cuerpo, mojaba la cama. Las uvas las ubicó en mi sexo como decorando mis pliegues, era muy grata la sensación de algo helado e intruso en esa zona, cuando terminó este ritual, con religiosa dedicación tomo la copa de espumantes y desde una buena altura comenzó a verter sobre mi ombligo, lo que hizo que mi cuerpo se contorsionara de placer.
Debo comentar que he tenido amantes creativos y otros que han quedado al debe, por su escasa creatividad. Pancho no titubeaba, no dejaba espacio sin llenar, pensé que quizás este escenario lo montaba en sus conquistas, pero en realidad no me interesaba, solo quería disfrutar porque este escenario… era para mí.
Limpió pulcramente mis senos, yo sólo cerré los ojos y me conecté …solo sentir, la caída del espumante golpeando mi ombligo y escurriendo por la piel me excitaba quería que me poseyera rápido, acariciaba mis pechos preparándome para el momento, sorbió el líquido, chasqueaba su lengua en mi cuerpo, en mi ingle con sutil cuidado mordía la piña y dejaba que su jugo que bajaba de su boca cayera en mí, llevó esta carga hasta mi boca y apretándola la dejo caer, el jugo entraba en la mía. Yo quería su boca, egoísta volvió al encuentro de mi sexo, dejando mis labios pendientes. Comenzó a sacar las uvas lamiendo. No podía más, quería que aprisionara mi botón y lo exprimiera como a las uvas, no tardó en hacerlo, mi cuerpo recibió esta descarga de placer derritiendo su esencia, que brotó como en una dulce cascada por mi sexo febril.
Fue una noche exquisita, excitante, única, generosa de placer…no me había equivocado en vivir esta experiencia, en atreverme, creativa, entregada, lasciva, solo con un código entre amantes donde todo puede ocurrir…sin límites…sin pudor… sin arrepentimiento…