TAN VIRGEN …
Tenía 18 años, corrían los 80´, lleno de supuestas
revoluciones, apertura cultural, rock latino, chaquetas de mezclilla, chalecos pingüin
y Lacoste, zapatos náuticos sin calcetín y botas blancas.
Hablábamos de atracar, las más “sueltas “ tiraban ,entrando
al bando de “Las Fáciles” de las que se usaban para pasar el rato. Las otras éramos
“Las Señoritas”, de las que supuestamente elegían los hombres para casarse.
Con los años descubrí lo falso que eran estos conceptos de
fundamento machista y discriminador, que nos mantenía a las jóvenes disfrazadas
de tiernas e inocentes princesas, de llanto fácil (ser vulnerable era sinónimo
de femineidad), miradas lánguidas y siempre en espera de estos príncipes salvadores, pertrechadas con el infaltable vestido de novia en la mochila.
Nos enseñaron que aun estudiando y siendo profesionales,
nuestra realización seria total, cuando tuviéramos un marido, una casita de
rejas blancas flanqueando un cuidado jardín llenos de flores de colores, un
perrito que jugará con nuestros muy felices hijos, los que, por supuesto eran
el fin último de la vida en este planeta, y a los que por ningún motivo podríamos
negarnos a tener.
El marido tenía derecho a exigir hijos para perpetuar su apellido,
mientras nuestro esfuerzo tanto como nuestro apellido de diluía en la tierra de
los olvidados. Reprimimos todo deseo lujurioso y febril, propios de la
adolescencia, que con culpabilidad desahogábamos en una que otra jornada de autoplacer,
a escondidas y sin compartir ni a nuestras mejores amigas, esta pecaminosa acción.
Hoy si pudiese
volver a elegir mi bando habría sido de “Las Fáciles”, quisiera haber vivido el
sexo y mi relación con los hombres de otra manera, más sana quizás, menos culpable,
más placentera.
No fui del todo de las buenas, mi naturaleza me traicionó
más de una vez y me encontré atracando con algún recién conocido en una
discoteque, no sin tener que oír después la moralina de mis amigas todas ellas
del bando de Las Señoritas.
Más de una vez sentí la exigencia de mi libido, mientras
bailaba un lento o en los miles de veces que recurrí a la exploración para
obtener en el más exquisito de los orgasmos.
Quise rebelarme y mantuve un discurso firme para todo el
que me quisiera oír, no me casaría y tendría una hija soltera. Nunca en mi vida
he tenido más apego a una idea que a esta. Dos razones avalaban mi discurso, primero,
no creo en el matrimonio y no es que no tenga buenos ejemplo, muy por el
contrario, pero yo me siento incapaz de amar solo a una persona por siempre y
segundo no creo en la fidelidad, no me explayare en esto, solo diré que la
considero una falsedad social.
Jamás presentaba en mi casa un pololo, no quería el
interrogatorio propio de la situación, pero las excepciones existen y presente
a Ignacio. Era un caballerito, atentísimo mi familia lo amo, a mí me encantaba
y tenía lo que yo quería, la dualidad …
Nos conocimos en una excursión al Cerro Provincia, en una
de mis aventuras como andinista. Él, junto a otros amigos se nos unió en el
ascenso a media noche. Al otro día ya sentíamos una atracción especial, que
termino con una noche en la carpa con calientes pero cuidadosos besos.Al
descenso ya eramos pololos.
Era verano y mi familia completa veraneaba, yo me quedaba
para ir todas las semanas a trabajos de verano y a otras aventuras que
disfrazaba para ellos, de trabajo voluntario. Tenía la casa para mí y ahora con
pololo el panorama era más interesante.
Mi mejor amiga, había empezado a pololear el mismo día, en
la misma excursión, por lo tanto, hicimos un cuarteto de aventuras veraniegas.
La casa era el lugar perfecto, nos reuníamos en ella para pasar tiempo de
juegos, música y por supuesto sexo.
Cada encuentro era más audaz los besos más intensos, más
largos, más sinuosos, ya las manos se perdían bajo mi polera y sentía la
humedad de mi sexo, era tortuoso mantener el control. Habíamos acordado que no
tendríamos sexo, nos referíamos a no tener penetración, lo demás estaba
permitido.
Aprendimos
explorándonos, nuestros orgasmos eran intensos, a veces feroces, pero yo me
mantenía virgen. Creo, es más tengo la convicción de que mi fascinación por el
sexo oral, es resabio de ese período, dónde y sin dudar he tenido los mejores
orgasmos.
Él fue un buen amante, pese a que no tenía mucha experiencia,
el descubrir juntos nuestros cuerpos, aceptar y vivir el deseo, abrió mi mente
al placer.
Era verano, con sus atardeceres cálidos, me provocaban una
excitación que solo aviva en mí esta estación, es como estar siempre dispuesta
a vivir una aventura sexual, siento todo más sensorial, los colores, los
aromas, todo se vuelve intenso.
Uno de nuestros encuentros quedo en mi recuerdo como el
mejor, no solo lo por experimentado sino por lo osado de esta acción.
Mi mamá que ese día había viajado desde la playa, para
hacer un trámite y aprovechar de conversar con el pololo de mi hermana.
Cenamos los cuatro y luego nos pidió que los dejáramos
solos, que fuéramos a su dormitorio a ver televisión, nos miramos cómplices y aceptamos,
yo sabía que la conversación seria larga.
Nos bastó tendernos en la cama, para comenzar a besarnos,
prendimos el televisor con el volumen mínimo, para disimular y para no ser
sorprendidos.
Los besos, nos llevó a las caricias más osadas, creíamos
que el tiempo era poco, eso sumado a la ansiedad que detonaba el deseo, era una
combinación demasiado lasciva.
Rápidamente en un movimiento que practicábamos regularmente
sacó mis calzones , los tiró bajo la cama , para que en este juego de pasión ,no
nos olvidáramos de ellos ,quedando expuestos y tuviéramos que dar incomodas
explicaciones. Nos entendíamos muy bien, no hablábamos, no necesitábamos
pedir nada, sus manos sabían dónde llegar en el momento exacto.
Su mirada se clavaba en mis ojos mientras sus manos me
acariciaban lentamente hasta adueñarse de mis pezones bajo mi blusa, los tiraba
suave, mojaba sus dedos en mi boca para masajearlos, endureciéndolos en ese intimo
contacto.
Me mantenía en la idea de no tocarlo porque eso no era de
“señoritas”, pero era lo que quería, tocar, lamer y sentir su sexo en mi
boca, en mi cuerpo. Me mantuve estoica, en algún momento el guió mi mano hacia
su sexo, lo que agradecí, aunque actué con fingido pudor. Mil veces quise
probar, intentar, pero debía mantener esta actitud de “Señorita”, su mano
guiando la mía eran la excusa perfecta para cumplir mi sueño sin culpas.
Al parecer la maestría se logra solo con la práctica y como
se había roto la última barrera, me dedique a explorar su cuerpo con interés y pasión.
Mi pensamiento era que la conversación fuese eterna para poder seguir mi afán.
Quería que él me pidiera hacerle sexo oral, por más que esperaba que lo hiciera,
algo o algún acuerdo anterior que no recordaba, evitaba que él lo pidiera.
La pasión remece hasta los espíritus más calmados, eso me
pasaba estaba en un torbellino de sensaciones, no lograba poner un momento de
cordura y ni siquiera pensaba en que nos podían descubrir.
Me ha pasado en algunas ocasiones que estos momentos son
acompañados de música, en esta ocasión se escuchaba desde el televisor “Persiana
Americana”, somos cómplices los dos…éramos eso… cómplices.
Como soy sensorial, la música, los gemidos, los olores y
los sabores, abrieron las puertas de mi mente y me aventuré a ser yo quien guiara
el juego. En un momento me incorporé en la cama y sin dejar de mirarlo me tendí
al revés de él, a buen entendedor …pocas palabras, rápidamente se ubicó sobre mí,
abrió mis piernas y comenzó a recorrer con su lengua mi entrepierna, por mi parte
yo tenía su pene muy cerca de mi boca, pero quería saborear cada rincón que me ofrecía
esta nueva experiencia.
Estaba absorto en su labor, yo sentía que mil diminutas
agujas se posaban en mi clítoris, cada vez que lamía yo soltaba un gemido que
era casi un susurro no lo podía evitar. Finalmente abrace con mi boca ansiosa
su miembro, este de tamaño regular llenaba todos los espacios y me permitía,
salir y entrar sin molestias. Mientras llegaba al clímax más intenso, noté que
no era como los anteriores, era más intenso una tras otra se repetían estas
corrientes que eléctricamente me inundaban, quería gritar, pero no podía tenía
la boca ocupada y mi madre muy cerca, solo sentí que al final de estas
múltiples sensaciones de mi sexo fluyo con fuerza, un manantial que coronaba el
placer.
Pese que yo había logrado los más exquisitos orgasmos, él
con una mínima diferencia llenaba mi boca de un fluido viscoso, que no dude en
dejarlo entrar en mí.
Nos recostamos uno a
lado del otro y nos acariciamos con ternura como agradeciendo el momento vivido,
nos miramos con complicidad era un minuto de romanticismo, de descubrirnos y
entregarnos.
Fue muy corto ese verano, teníamos mucho por conocer, pero
ese año entraba a la universidad y el seguía sus estudios de ingeniería,
terminamos alejándonos, pero luego de habernos disfrutado infinitamente en este
verano demasiado cálido.
Unos años más tarde
nos encontramos en una fiesta de amigos yo estaba sin pareja, él estaba
pololeando con una conocida, pero solo cruzamos un saludo y miradas cómplices,
que dejaron entrever que ese verano nunca lo olvidaría
La pasión y la intensidad nunca se olvida... Viven en el recuerdo de la piel.
ResponderEliminarUn placer leerte, siempre.
Mil besitos ❤️
gracias bella,besitos para ti....
ResponderEliminarPodrías haber descrito con detalle, podrías habernos perdido en sensaciones, podrías habernos hecho imaginar mucho más... creo que sigues siendo de las "señoritas".
ResponderEliminarJuan de Marco.
te recomendaría esto... www.mitologiaerotika.blogspot.com
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